El amor es el amor
Quien dijo lo de que “soplar y sorber, no puede ser” no vivía en nuestro
siglo. Vamos, que ni lo imaginaba. Porque hoy gobierna indispustada una
progresía radical, sector Disney, en todo el Occidente rico bajo la que
se puede soplar y sorber, nadar y guardar la ropa, estar en misa y
repicando. Al menos, si estás apuntada al colectivo adecuado,
naturalmente.
Así, por ejemplo, se ha decretado que el amor romántico es un sucio
truco para perpetuar el Patriarcado. Pero esto, ay, solo hay que
aplicarlo a los heterosexuales, los ‘engendradores’, esa especie
miserable que aún se obstina en perpetuarse por un método más viejo que
la tos.
Esas desdichadas criaturas están condenadas al sexo más mecánico y
desabrido, porque cualquier otra sería poner en peligro a la parte
identificada como mujer de contraer una letal patriarquitis.
En cambio, al otro lado del arcoiris, en el reino de las siglas
interminables que estos días (¿semanas? ¿meses?) celebran su orgullo,
todo es pura y simplemente AMOR. Del bueno. Amor de película, amor
romántico hasta el empalago, amor de corazoncitos rosas y aleteo de
pestañas.
“El amor es el amor” fue la frase con la que se nos vendió el
‘matrimonio’ homosexual, como si una no pudiese ‘amar’ a muchas de sus
congéneres sin desear revolver sábanas con ellas, o como si en el
‘cuarto oscuro’ de una sauna gay cada contacto anónimo encendiera ese
amor que mueve los astros en el firmamento.
Ahí todo son romances de tapa dura, como el de la presentadora Sandra
Barneda y su conmovedora -y pública, muy pública- reconciliación en
Instagram.
Barneda, que trabaja en la tele, ha elegido el Día del Orgullo para
reconciliarse con su pareja que, pese al significado que da el
diccionario a esta palabra, es solo una, Nagore Robles, que también
trabaja en televisión. Lo leo en Libertad Digital, que titula “Sandra
Barneda grita a los cuatro vientos su amor por Nagore Robles”. Porque
estas cosas, ya ven, se gritan a los cuatro vientos, que eso de la
intimidad emocional está muy pasado.
“Sandra Barneda ha confirmado, después de meses de intensos rumores sin
confirmación por parte de las protagonistas, que su reconciliación con
Nagore Robles es un hecho. La presentadora ha elegido el día del Orgullo
Gay y una romántica foto en la que aparecen besándose para gritar a los
cuatro vientos lo enamoradas que están. Con un significativo ‘reservado
mi derecho a besar a quien quiera. Reservada para ti. Creciendo juntas.
¡Feliz orgullo!’ Sandra ha elegido esta reivindicativa fecha para
confirmar una noticia que todos dábamos por hecho después de verlas
paseando a su perro en actitud de lo más cariñosa recientemente”.
Y es que parece que, tras la separación, tenían el perrito en custodia
compartida.
España es un país confesional. Es decir, es un país con una religión de
Estado cuyos principios informan las leyes y cuyos ritos se imponen a
todos como fiestas civiles. No hay nada raro ahí, primero, porque nunca
ha existido un poder sin su credo y su culto, y aquello del laicismo es
un cuento chino que la Historia se ha encargado de desmentir una y otra
vez. Por ejemplo, y ya que hablamos de chinos, en China hay un culto al
‘socialismo con características chinas’ tan completo que incluso las
parroquias católicas, si quieren seguir oficiando, tienen que
comprometerse a predicar la religión estatal desde el púlpito.
En segundo lugar, porque España -otro mito que conviene desterrar- no es
un Estado soberano, y tiene que aceptar con una inclinación de cabeza lo
que se imponga allende los Pirineos. Y esta religión de que hablamos es
universal en el Occidente postcristiano. Es cierto que todavía está en
fase evangélica -aunque muy avanzada-, y por eso es necesario confesar
la fe a todas horas y en cualquier ocasión, y sus parábolas -como esta
que contamos- se imparten como gotas de lluvia en un incesante temporal.
Y, como toda religión, tiene sus buenos y sus malos, sus modelos de
virtud y sus ejemplos de depravación. Todos debemos conmovernos con la
historia de Barneda, Robles y su perrito, del que lamentablemente
desconocemos el nombre. Este en su modelo de familia, el espejo en que
debemos mirarnos.
¿Que no parece un modelo muy sostenible, como se dice ahora? No me sean
fachas, que tenemos ahí abajo a toda África para ir trayendo mano de
obra a medida que vayamos desapareciendo en medio de nuestros caprichos
y contradiciones. Lo único que importa es el amor, aunque quizá los
herederos de nuestra civilización tengan ideas ligeramente más
elaboradas que aplicar.
Que asco